En cada flor del campo, entre praderas verdes de arroyos, esparce el viento la calidez de los días soleados en plena primavera.El olor a jazmín y a ébano, transcienden el umbral de los sueños que quedaron reposados en las sabanas blancas del invierno.
El trinar del ave que surca el cielo infinito, en ovoide vuelo pretendiendo entre juegos alados rozar el sol.
Nubes blancas y limpias, cubren por instantes el sol inclemente, en complacientes juegos de escondites con las aves. Permisivas consienten que el astro rey las traspasen con infinitos rayos sus condensados volúmenes, penetrándolas en luces dispersas en forma de estrellas sobre el manto cristalino del río que despierta de su solidez, para retomar el camino.
Abrazar el agua del remanso curso, en donde mi cuerpo juguetea con cada intento de formar olas como la mar, entre la brisa que corre por entre las montañas.
Es el auge de un nuevo comienzo que rasga la tierra blanca y brota de ella nuevos retoños, para crecer frondosos en el transcurrir del tiempo.
En este minúsculo concierto de la vida, es donde la mirada acuciosa del hombre de esencia se fija y aprende. Que en cada estación, la vida se transforma. Nace, crece y perece mas siempre estará aventajada por páginas conclusas que cierran tiempo y lapsos, para de nuevo vivir el circulo perenne de lo infinito.
