Alguien me pregunto un día como era mi relación con Dios.
Silencie, no porque formulaba mentalmente mi respuesta, sino por el contrario, aclaraba la gran pregunta.
Porque alguien me preguntaría esto, y mas para llenar una ficha personal para una sección de acupuntura.
Creo que cuando comenzamos a cultivar la imagen de lo divino en nosotros mismos, y a dejarle expandir en nuestras vidas, y que brille intensamente a través de nosotros mismos, creo que ese día nacemos.
Mi respuesta tan sólo fue, Siento a Dios como parte de mi. Y si es esencia viva en mi ser, de igual manera el Amor, pues el uno no existe sin el otro.
Por eso cuando vemos una columna de humo denso en el cielo sabemos que un fuego la provoca, y que el agua lo apaga y el viento lo disipa. Sabemos que los elementos se unen para hacerse particularidad que en una dirección se vuelven vida y en la otra destrucción.
Por ello el orden y el equilibrio deben prevalecer para que la vida sea posible, para que el amor siga existiendo como fuerza que reúne cada partícula.
Por eso soy parte de ese mundo dónde Dios derrocho su infinito Amor, soy parte y esencia de El, y si estoy es porque algo desea hacer y necesita de mi.
Aquí estoy para ello. Somos uno en un inmenso infinito de luces que encienden la oscuridad de una noche. Y que en un instante conformamos un solo existir para ser el Sol que da vida en este mundo tan desconocido, que creemos conocer.
