11 de junio de 2007

Revuelco de arena

Miro ese horizonte y dejo que sea el gorgotear del agua quien con su brumazón
roce mi piel y en el murmullo del oleaje dejo que mis oídos tan solo absorban ese grito marino.
De esa gaviota, de su gorjeo al elevarse al cielo, planeando tratando de divisar lo que en su descenso en picada y certera en un clavado limpio penetra al mar para tomar de el su alimento.
De ese constante ir y venir del oleaje que a cada instante revuelca la arena en un abrazo que se mezcla para que lo diáfano de sus aguas de pronto se vean turbias como argamasa imprecisa haciéndose en un solo cuerpo.
De ese paisaje he aprendido cuan minúscula soy. De ellos recibo la energía de la vida misma, en el abanico de colores desde los tonos que componen un amanecer, haciéndonos evocar el inicio de un nuevo día, de una promesa. Y el cálido e intenso naranja de cada crepúsculo en una despedida que precede al encanto de la noche oscura, por demás intensa, que sólo conoce de lujuria en la arena húmeda bajo la luna, cubriendo dos sombras de silueta humana, dejándose envolver por la magia del amor sublime, que se hace presencia en un gemido, descendiendo al sueño profundo e incorpóreo. En un abrazo de dos cuerpos que se funden en una sola esencia.

Orgullosa de Ser Venezolana