Si el sonido de mis entrañas, pudiera como eco llegar a ti.
Más que un sonido quejumbroso fuera alba en cada despertar, mira tus manos y viéndome a los ojos dime, que llevas en ellas que te apartan de rozarme la piel, cierra tus ojos y olfateándome dime, que llevas en cada ápice del placer que no te seduce mi cuerpo de mujer.
Cierra los ojos como la noche más oscura y deja que bailen los fantasmas, de lo que un día fue el motivo y centro de ese temblar de pie, ante orgasmos reiterados fundiéndonos la piel.
Del roce cálido en la dermis, de las copulas llenas de magia intensas, en plena descubierta de un extremo bordante de placer.
Creo más bien que el temor de ver nuevamente aflorar el cardo en las estepas resecas y erosionadas, es lo que te hacen mantener el muro impenetrable del sentimiento.
No se mirarte como lo que pretende, no se de tu ser sino envuelto en la llama de mis deseos, no se estar en las ausencias más notorias, no se imaginarte tan lejano a mí.
Y por mas que hurgue en los caminos taciturnos de afectos intangibles solo se que mi sed en tus aguas encuentra el remanso calmo y se sacia.
Nunca nadie te amara con el desborde total de la furia de mi alma con el silente dolor de verte partir, cegando la vida a un corazón palpitante.
Nunca unas manos marcadas de oficio cual terciopelo recorrerán tu hombría. Pues ellas solo nacieron para ti.
